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    Juicio a Videla: internaron en Córdoba a Luciano Benjamín Menéndez

    El Tribunal Oral Federal Nº1 de esa ciudad informó que el ex jefe del Tercer Cuerpo de Ejército debió ser trasladado al Hospital Militar por una neumopatía. Este miércoles declararon cuatro nuevos testigos
    Juicio a Videla: internaron en Córdoba a Luciano Benjamín Menéndez

    El Tribunal Oral Federal Nº1 de Córdoba, que lleva adelante el juicio oral contra el ex presidente de facto Jorge Rafael Videla y otros treinta imputados por delitos de lesa humanidad, informó que el acusado Luciano Benjamín Menéndez debió ser internado en el Hospital Militar de aquella ciudad por una neumopatía.

    Así, en el debate, que se reanudó este miércoles con la declaración de nuevos testigos, ejerce la representación de Menéndez su abogado Alejandro Cuesta Garzón.

    En relación a los testigos, este miércoles declararon dos.

    Enzo Domingo Sacco

    “Mi mujer, mi suegra y mi hija de tres años, estaban prácticamente desnudas porque estaban durmiendo. A mi mujer la golpearon ferozmente para les dijera dónde estaba yo y ella les dijo que yo estaba trabajando”.

    “Yo no estaba en el trabajo, yo estaba en la Clínica porque tenía un parte médico. Fueron a la fábrica y en la fábrica yo no estaba y justo yo llame para avisar que estaba demorado porque estaba en la  clínica. Yo no sabía lo que estaba pasado, y le dije donde estaba a mi jefe Nadal y así me encontraron”.

    “La orden de detención fueron dos pistolas 45 en la cabeza. Me detuvieron o me secuestraron. Fui llevado a la D2 y recibí golpes, patadas, bolsitas de plástico en la cabeza, agua. Sin comer, sin lavarme, sin bañarme”.

    “Yo reconocí a alguien. Como yo era delegado de Lutz Ferrando veía a u policía que hacía guardia en la Jefatura, un grandote con patillas rojas. Ese se me sentó encima y me dijo te vas a tomar el agua del San Roque. Lo vi por que se me corrió la venda”.

    “Después Telleldin me dijo: vení gringo mugriento que vas a ir a jefatura. A ese si lo vi porque me saco la venda para ir al baño. El Gato Gómez nos hacia gritar Hey Hitler y otras cosas más. El se presentaba como el gato Gómez. Todo el mundo lo gritaba. No había forma de decir que no. A varios de ellos, Carrizo, Morales entre otros. La pregunta de siempre era adonde estaban los fierros”.

    “Yo actué en la clandestinidad un tiempo porque me habían prohibido ejercer la actividad sindical. Lo que antes era legal ya no lo era y yo creía que tenía que seguir la lucha que nos había costado tantos años. Yo siempre fui peronista, pertenecí al partido peronista auténtico. Me vincularon a Montoneros. Durante el traslado paso algo muy feo porque a una mujer le hicieron hacer una felatio. Se supo porque se oyó. Nunca supe quien era”.

    “Cuando llegamos al UP1 me hicieron una revisación médica. Cuando me tomaron declaración en la cárcel había un hombre que no se si era el juez Puga y el defensor Molina y un soldado que me apuntaba con un fusil en la cabeza. La declaración era para confirmar si yo era de Montoneros o no. Me bajaron, me sentaron ahí.

    “Me hicieron reconocer lo que yo supuestamente había firmado en la D2. Yo dije que esa firma no era mía.  Le vamos a hacer un cuerpo de escritura. Yo dije que era eso y Molina me dijo le va a dictar algo el juez”.

    “Me llevaron al pabellón 8. El baño era un tarrito. Como gente conocida en ese pabellón estaba Baronetto. Después me pasaron al pabellón 9. En noviembre, cuando yo llego no veo militares creo que ya no había militares en la  penitenciaría. Me habían quitado los lentes y yo era muy corto de vista. Los muchachos habían conseguido pedacitos de espejos y mirábamos, espiábamos para ver si venían los militares para prepararse”.

    “Un día vimos que venían unos militares y los muchachos se empezaban a vestir y aponerse ropa encima para resistir los golpes. Entró el Gendarme y nos sacó la Biblia y nos puso a hacer flexiones. Había mucha necesidad de irse de esa cárcel porque esa cárcel no nos garantizaba la vida.  Ya habían hecho la ley de fuga a 29 compañeros. En el pabellón 9 estuve como 2 años. Las requisas eran brutales. Las hacían el personal de la  cárcel. Nos rompían los colchones eso era normal para ellos”.

    “Unos días antes de que llegara la  Cruz Roja, nos hacen preparar “el mono” (el colchón y todo eso) y nos bajaron. Llegamos abajo y nos vendaron. Nos llevaron a La Rivera para amenazaron para que no dijéramos nada cuando viniera la Cruz Roja.  No les hicimos caso  y dijimos todo”.

    “Hay una anécdota que marca el pensamiento de esa gente que en esa época  gobernaba el país. Había ido un Capellán Gallardo. Me arrimo y me pongo a charlar con él y le pregunto  porque a nosotros, si yo era un obrero y me dijo: No mijo, ustedes no son peligrosos físicamente, son peligrosos por lo que piensan”.
     

    Graciela Eufemia Teruzzi

    “Eran las dos de la  tarde. Yo estaba embarazada de mi segundo hijo. Me llevaron a la D2. Me bajaron ahí y me vendaron los ojos. El mismo día  habían llevado a mi ex esposo. En el auto que me llevaron iba sin vendas”.

    “Allí me dijeron que él estaba detenido ahí , nunca me dijeron porqué. Me tuvieron tres días ahí. Escuchaba que torturaban. Porque escuchaba la gente que gritaba y que lloraba.
    Conmigo era tortura psicológica porque escuchaba los gritos de dolor y los golpes”.

    “Después escuche la voz de mi ex esposo como llorando que me decía que él se estaba comiendo un garrón de arriba que me dejaran a mí que yo no tenía nada que ver. Después no lo escuche más. Pregunte pero nadie me decía nada”.

    “Cuando me dieron la libertad a mi me dijeron que él se tenía que quedar porque no estaban las cosas claras. Yo no tenía plata para volver a mi casa en Villa Allende y hable con el chofer del colectivo y le explique y me llevó”.

    “Fui a la casa de la madre de él a ver a mi otra hija. No estaba, la habían llevado a la casa de mis padres que estaban en Laguna Larga. Me fui a laguna Larga. Volví y como a los 3 o 4 días fuimos a preguntar con la hermana de él y ahí me dicen que a Urquiza en un intento de fuga le habían pegado un tiro y lo habían matado”.

    “A los dos días nos dieron la ropa toda ensangrentada. Empezamos a buscar y nos dijeron en el Tercer Cuerpo de Ejercito que estaba en la UP1 . Fuimos a llevarle cosas para ver si era cierto que estaba ahí y así seguimos llevándole cosas. Pedimos Habeas Corpus y ahí nos dijeron que preguntáramos en el Tercer Cuerpo”.

    “Después nació mi hijo y por intermedio del Padre Luchesse él lo pudo anotar y conocer. Después  lo pude ver otra vez que me permitieron antes de las fiestas. Después no lo vi más hasta su liberación”.

    “Cuando vivieron a mi casa me dijeron que me fijara que mi hija se estaba asomando en el aljibe y yo fui, y ahí aparecieron unos panfletos y un arma que era vieja, que era de mi suegro.
    Yo les dije que esos panfletos no estaban ahí”.

    “Urquiza era estudiante y policía. El no quería participar de los allanamientos por las cosas que hacían. Se llevaban cosas, golpeaban a la gente sin saber si tenían algo que ver o no”.

    Juan Emilio Cucco

    “Un día nos llama el jefe de personal y nos dice que si el lunes veíamos un candado no íbamos a poder entrar. En 1976, después del Golpe, nos echaron a todos. Yo me puse un almacén en mi casa”.

    “A los días, como a las cuatro de la mañana golpearon la puerta de mi casa. En nombre del Ejército Argentino, entraron de forma brutal. Yo tenía los chicos pequeños todavía, entre 6 y 8 años Silvia, Eva y Eduardo. Hicieron pedazo todo, a mí me vendaron, eran civiles, eran vehículos particulares”.

    “Me robaron las cosas del almacén como papeles y productos y  hasta la escritura de la casa.
    “Donde estuve no sé. Al tiempo sentí tiros, que me raspaban la cabeza.  Era como un campo de concentración, hasta el día de hoy no sé donde fue”.

    “Un mes me tuvieron torturando preguntándome porque me elegían delegado en todas las fábricas. Yo les dije que porque yo no me vendía Me pasaban un cable por el brazo y me aplicaban electricidad. Patadas y trompadas noche y día. Tenía un hambre tremenda. Una vez trajeron unos fideos y decían échale queso de rallar y era jabón en polvo. El jefe era el señor Gómez. Y lo vi porque se me cayó la venda”.

    “Me preguntan qué grado tenia y yo les contesté que tenía hasta cuarto grado y me dijeron vos sos vivo?”

    “En la D2 había muchísimas personas. Nos tiraban uno arriba del otro. Nos pusieron una compañera que temblaba toda. La gente gritaba noche y día por la tortura. Escuche que querían parar un poco la mano porque Menéndez no les mandaba el cheque”.

    “En la d2 estuve casi un mes. Un día nos sacaron y nos llevaron a la penitenciaria de barrio San Martín. Allí nos sacaron la venda, salimos por el Pasaje Santa Catalina. Yo iba medio desnudo, descalzo porque la noche en la que me detuvieron me robaron los mocasines que eran nuevos, me los había regalado mi cuñado que tenía una fábrica de zapatos y me pusieron  unos pedazos de chuecos”.

    “Nos hicieron una causa de incitación a la rebelión. Ahí me trajeron a la Federal y salí sobreseído. No tenía nada que ver, por eso fui sobreseído y quede a disposición del PEN.

    “Después de dos años nos pasaron a La Plata.  Esa causa federal parece que siguió. En el pabellón 8 me regalaron los zapatos, creo que eran los de un muchacho Bauducco”.

    “El trato que recibimos era malo, estábamos en una jaula. No podíamos ver la luz, nos clavaron las ventanas. Estábamos aislados. Yo conocía a un señor Angulo que era del barrio y él a veces nos traía huesos o un pedacito de carne por el hambre que teníamos”.

    “Una noche, era como las once, sentíamos como ladraban los perros. Un grupo venia a los gritos abriendo el pabellón. Cuando llegaron nos hicieron sacar la ropa, nos hicieron hacer salto en rana, patadas, de aquí y de allá. El que más la ligó, que se desmayo fue el Dr. Hairabedián.  Estábamos todos casi muriéndonos y le echamos aire y revivió”.

    “Urquiza también estaba en el D2.escuche como lo torturaban. Lo vi en la Penitenciaría, quedo muy mal porque fue muy grande la paliza que le dieron. Se sentía muy mal, muy decaído. Lo de él era extremo”.

    Pedro Gaitán

    “Estuve privado de mi libertad desde el 20 de octubre del 76 hasta el 24 de julio del 1984. Estaban cercenados nuestros derechos políticos y sindicales, en esa situación fui secuestrado”.

    “El día en el que me secuestraron dejé mis tareas como de costumbre y al llegar a mi domicilio, en la calle Cerrito y Posadas, en la seccional 13, un grupo me estaba esperando en mi domicilio”.

    “Yo intuí, porque ya teníamos conocimiento de los secuestros que se estaban llevando a cabo en la ciudad de Córdoba, y pensé lo peor que puede pensar un ser humano: que no vuelve más”.

    “Entonces decidí resistir a aquel secuestro, pero no tuve la suerte de Martín Fierro, que lo defendió sargento Cruz, me defendí a las trompadas y de atrás entró uno de los secuestradores y me hirió de cinco tiros”.

    “Luego entró una persona y le dijo que no me mataran porque consideraban que yo era importante. Sufrí 5 impactos de bala en la cadera, algunos cerca de los testículos”.

    “Me llevaron y a la altura de Bulnes y Cabrera, intento resistirme todavía y me vuelven a pegar 3 o 4 culatazos y me desmayan. A uno le decían El Pucho, otro El  Riojano, el que me pega los tiros era un rubio alto, que después en el D2 me levanta la venda y me dice “yo fui quien te pegó los tiros”. Después me entero que era el oficial Romano. Era rubio y bastante alto”.

    “En el D2 escuche que estaba mi esposa, porque la escuche llorar. A media mañana reaccione, esto es como un flash en mi memoria, escuche que deciden hacerme operar. Cuando estaban haciendo eso, siento que me queman con cigarrillo las heridas, una enfermera decía: Teniente Labaqué está listo para operarlo”.

    “Me operaron en el Hospital Militar, no sé cuanto habrá durado, cuando me desperté  tenía una máscara de oxígeno en la boca y pregunto por mi hijo, que tenía 4 años, y obviamente nadie sabía nada de mi hijo. Me dijeron: te saqué un parque, refiriéndose a las balas, pero te quedó uno, y debe ser el que todavía conservo”.

    “Dije que lo buscaran a mi hijo, que lo llevaran con su abuela materna, que vivía en Buenos Aires, me dijeron: estás complicado criollo. Me tuvieron como 10 días hasta que reaccione, porque cuando me desperté tenía plasma, me estaban haciendo una transfusión de sangre”.

    “Después me traen al D2 nuevamente. Cálculo que fue el día de los muertos porque había otros compañeros de militancia que yo le escuchaba que decían: ustedes están todos muertos, hoy es el día de los muertos, así que habrá sido 2 de noviembre”.

    “Ahí me torturaron con picana, me pusieron una bolsa de plástico en la cabeza, nos tiraban agua en la boca hasta ahogarme, me metían en un tacho. También torturaban a mi esposa, el famoso “Gato” Gómez, le pusieron una pistola en la vagina, de la cual, hasta el día de hoy todavía tiene secuelas, ella dice que eran varios”.

    “Cuando llego a la cárcel tenía pérdidas de sangre constantemente, ella fue una de las presas que estuvo más tiempo incomunicada de la historia argentina, estuvo 2 años incomunicada. En Villa Devoto le siguieron el tratamiento, hasta que salió en libertad y le tuvieron que sacar los ovarios, con todo lo que eso significa”.


    “Me tuvieron casi todo el tiempo tirado en un banco del D2.  Un día me sacaron del banco, me hicieron sentar en el “tranvía”, al lado mío había una señora que lloraba y le hicieron pasar a su marido y ella me dijo que era su marido a quien le habían pegado el tiro, le pregunto el nombre y me dice que era Urquiza. Me dijo que estaba embarazada, que su marido no tenía nada que ver con política, que era ella quien militaba”.

    “Después en 1977, después del tercer traslado que se produce en la UP1, lo juntan al Pabellón 9 y 10. No nos sacaban al baño, sólo una sola vez por día y por tandas. En un momento Urquiza pasa y pregunta por mi apellido”.

    “Las heridas evidentemente estaban en una podredumbre. Un medico vino y dijo: si a este no lo hacen curar, se va. Al otro día deciden sacarme de ahí y voy por un circuito, el campo de concentración de La Perla, estoy tres horas, me levantan la venda y me dijeron: mira que colonia de vacaciones que te vas a ligar”.

    “Háganlo bañar a este sarnoso. No me podía levantar y dos personas me ayudan a bañar. Ese mismo día me llevan a La Ribera y ahí estoy quince días o tal vez más. Los primeros días de diciembre me llevan a la cárcel, al pabellón 8. En el mes de mayo de 1977 me hacen un Consejo de Guerra en el Tercer Cuerpo  dos veces”.

    “La primera para las indagatorias y la otra para la condena. Me condenaron a cuatro años de prisión por resistencia a la autoridad con arma. A mi esposa la absolvieron pero ese mismo año por el mes de septiembre me va a ver un juez federal y un fiscal – Gonzalez  Pizarro  en la UP1”.

    “El fiscal, sin conocerme me dice vos sos fulano de tal,  terrorista y montonero, y yo le dije, yo soy Pedro Gaitán”.

    “El fiscal era, Molina, defensor de pobres y ausente. El juez era Puga y el secretario era Rueda. Yo no declare y le digo a mi esposa que no declare entonces los gendarmes me golpearon. El juez no me dijo nada. Me iniciaron una causa federal”.

    “El 7 de septiembre  de 1977 me trasladaron a Sierra Chica. En 1978 me va a ver de nuevo el mismo juez, el mismo fiscal y el mismo secretario pero noto que en los bancos que me sacan había gente desconocida. De nuevo no declaro y me niego. El mismo fiscal me dice a vos te están asesorando los abogados que están presos ahí  -Asbert y Prol - pero ya te vamos a llevar a Córdoba”.

    “Yo de mi hijo no sabía nada pero en el mes de enero va u militar y me dice que mi hijo está con su abuela materna. Recién me entero de mi hijo en enero de 1977”.

    “Es algo muy importante de cómo obraba la Justicia por aquel entonces. Cuando me va a ver Puga en Sierra Chica en 1977, le pregunto ¿Cuándo se entero usted que yo estaba detenido?  y él me dijo: este paquete me lo tiraron en septiembre de 1977”.

    “Yo le dije que era mentira porque mi suegra conservaba los recortes del diario en los que figuraba muerto en un enfrentamiento. Me hicieron un velorio. Ella fue hasta el Tercer Cuerpo  y logro que le entregaran a su nieto, Gustavo Emilio Gaitan, alias Sebastián.

    “Mi suegra entregó un escrito a un juez de menores de la provincia, Dr. Artemio Rodríguez  en donde se dispone la entrega del menor Gustavo Emilio Gaitan – Sebastián- internado en el Instituto Pablo Pizurno,  a su abuela materna”.
     
    “El juez Puga sabía lo que pasaba. Mi suegra me dijo que había hablado con él”.
    “Yo me enteré de mi condena por los diarios, por un secuestro extorsivo – el caso Kember-  a 14 años  y salí  por la ley del doble cómputo”.

    “El día que nos hicieron Consejo de Guerra yo pensaba que nos mataban, nos ataron la manos para atrás con alambre, nos vendaron y nos pusieron algodón en la boca con alambre. Cuando llegamos al Tercer Cuerpo estuvimos tirados en el piso como una hora y después nos llevaron  al Casino de Oficiales, nos dijeron elijamos un defensor. Los defensores estaban armados con itakas atrás nuestro. Fe una parodia”.

    Informe: Natalia Brusa (Cámara Federal de Apelaciones de Córdoba) y José Ferrer (Tribunal Oral Federal Nº1 de Córdoba).

     

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