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El Tribunal Oral Federal Nº1 de Córdoba rechazó un pedido de la Fiscalía para incorporar nueva prueba en el planteo de apartamiento de uno de los integrantes del tribunal, en el marco del juicio oral contra el ex presidente de facto Jorge Rafael Videla y otros 30 acusados por crímenes de lesa humanidad.
Los jueces afirmaron que el pedido es “extemporáneo y superabundante”. Así, el próximo martes, a partir de las 9.30, los jueces Jaime Díaz Gavier y Carlos Julio Lascano resolverán el planteo realizado por la defensa del ex teniente Gustavo Alsina, acusado en el proceso, contra el juez José María Pérez Villalobo, por “parcialidad”.
No obstante ello, y en marco del juicio, el tribunal procedió a tomar declaración a dos testigos que llegarn al país desde el exterior: Fernando Reatti, profesor en la Universidad de Georgia, EEUU, y Rafael Antonio Flores Montenegro, escritor y periodista, vive en España..
Declaración de Reatti
“Fui detenido el 2 de septiembre de 1976, en el departamento de mis padres. Alguien tocó la puerta, y cuando abrimos entró un grupo de personas armadas. Me ataron por la espalda y me pusieron una venda en los ojos”.
“Tiraban cosas de la casa, y gritaban. Estaban mis padres, mi hermano menor y mi primo Gustavo Cohen, que estaba haciendo el servicio militar. También estaba un conocido mío de la universidad, Passamonte, a quien había encontrado unos momentos antes en la calle y lo había invitado a subir”.
“Yo quería irme de Córdoba porque había mucho miedo. Yo militaba en la JUP y estaba muy confundido”.
“Mi madre me dijo que en ese grupo de gente que entró estaba otro conocido, José Onorio Fernández, a quien le decíamos ‘Santi’ porque era de Santiago del Estero”.
“Tanto Passamonte como Onorio Fernández desaparecieron. Hay un testimonio de una mujer que fue presa en la Casa de Hidráulica, que dice que el 3 de septiembre fue llevada allí y se encontró con otras personas, entre ellos Passamonte y José Onorio Fernández, quienes le contaron que los habían detenido un día antes”.
“Nos llevaron a mis padres, a mi hermano y a mí al D2. Confirmamos que estábamos allí por el trayecto corto y por las campanadas de la catedral el domingo”.
“En el D2 estuve parado, esposado, vendado durante toda una noche. Estuve ocho días en el D2. Me hicieron la mojarrita. Trompadas, palizas, ese tipo de cosas. Mis padres fueron liberados a los cuatro días y mi hermano estuvo ocho días como yo”.
“Me mostraron fotografías para ver si yo reconocía gente y me acuerdo que en las últimas páginas había fotos de mis padres”.
“Me sacaron del D2 en un auto y me llevaron para ver si reconocía gente. Dimos vueltas por unos barrios. Yo estaba muy confundido, esposado y vendado”.
“Se apropiaron de una moto que era mía, que no apareció más, y de un auto que era de mis padres. El auto se lo devolvieron destruido a mi hermano un año después”.
“Les hicieron saber a mis padres que no debían volver al departamento, porque los iban a hacer desaparecer. Mis padres, con la ayuda de gente y de amigos, vivieron escondidos hasta que pudieron irse a España”.
“El día que mi madre fue liberada, dos autos Falcón fueron a la casa de mi tío a preguntar por ella. Mi primo les dijo que estaba presa y ellos contestaron que había salido esa mañana y que se había olvidado de firmar algo”.
“Mi madre siempre recordó que un hombre, que luego reconoció como Yanicelli, fue quien la interrogó en un cuarto y quien le decía que era una judía de mierda, que se hacía la mujer decente y que la iban a hacer jabón”.
“En el D2 ví a una persona de civil que tenía una especie de banda blanca en un brazo con una cruz esvástica”.
“Recuerdo gritos de gente que estaba siendo torturada. Recuerdo a una persona gritando ‘me van a matar, me van a matar’ pidiendo que pararan”.
“Otro muchacho gritaba que le habían clavado agujas en las manos”.
“Para llegar al baño había que pasar por encima de un muchacho que estaba agonizando con la ropa desgarrada, la piel de color morado, marrón, rojo, con toda la apariencia de haber sido torturado muy brutalmente".
“Uno escuchaba hablar del Gato. En un momento dado, me estaban tomando declaración con una persona que escribía a máquina al frente, y el Gato Gómez me golpeó en los oídos y me perforó un tímpano".
“Había una chica que durante dos o tres días estuvo sentada al lado mío, creo que el nombre era Rosa. Hablábamos en susurros. En un momento la sacaron y cuando volvió lloraba y me dijo, ‘me violó el Gato’”.
“También recuerdo que alguien acercó un encendedor o un fósforo y me quemó el pelo".
“Tengo el recuerdo de haber sido puesto en un cuarto con archivos y una mesa. Me sacaron las esposas y me dijeron que escribiera la historia de mi vida. Me dejaron solo y yo buscaba algo para poder suicidarme. Encontré un pincha papel y me lo clavé a la altura de corazón. Trataba de hacer fuerza pero supongo que el instinto de vida fue más fuerte y no me lo pude clavar. Tengo el recuerdo de haber querido quitarme la vida y no tuve la valentía para hacerlo".
“A los ocho días nos sacaron con mi hermano y nos llevaron a la cárcel. Fue pocos días antes de un traslado del pabellón 6 al 9. Nos trasladaron al pabellón nueve. Nos sacaban al pasillo, nos pegaban bastonazos, patadas y al que se caía lo pateaban. Recuerdo el caso de Grecco, que era un poco más pesado que el resto y no podía correr bien. Cuando se caía le pegaban en la espalda. El traslado fue así con golpes. El pabellón nueve estaba arriba".
“Era personal militar, oficiales, lo puedo reconocer porque había hecho el servicio militar un año antes. La gente hablaba que los peores momentos habían sido la muerte de Moukarzel y de Balustra".
“El recuerdo que tengo de los fusilamientos de los presos es la muerte de Florencio Díaz. Yo compartí la celda con él. Lo sacaron y no volvió”.
El salió con una cara normal. No sé si intuyó o no que lo iban a matar. No se resistió ni dijo nada. A los seis o siete días nos enteramos de que lo habían matado”.
“Recuerdo que estaban conmigo Luis Prol, mi hermano, Demichelis. Eramos cinco o seis en esa celda. En noviembre de 1978, fue el último traslado. Allí nos llevaron a la cárcel de La Plata".
“Yo a mi hermano mayor, que era el único familiar que me quedaba porque mis padres estaban en España, lo ví 30 minutos en la Navidad del 1976 y otros 30 minutos en la Navidad de 1977. Mi hermano menor que estaba detenido conmigo tenía 17 años”.
“Estábamos a disposición del Tribunal Federal Nº2. Se nos hizo saber que el tribunal había dispuesto que no había causa, pero quedamos a disposición del Poder Ejecutivo Nacional".
“También recuerdo que en un par de ocasiones sacaron a algunos presos y les dijeron que si algo pasaba con los militares o con la visita de Videla a Córdoba iban a matar presos con una especie de escala, de acuerdo al militar que hubiera sido atacado. Mi hermano fue uno de los que se llevaron. Fue el director de la cárcel el que les dijo eso".
“En una oportunidad me sacaron de la cárcel y me llevaron al D2 para preguntarme por cosas de la cárcel. Me preguntaban cómo estaba algún compañero. Yo para salir del paso decía que estaban deprimidos, porque pensaba que las preguntas eran para saber si los presos estaban organizados o tenían alguna actividad política.”
“Uno de los policías dijo que lo que había que hacer era poner un mortero y matar a todos los que estaban en la cárcel. Y los demás se reían".
“Jaime Lockman era compañero de celda mío y contaba que él estaba ahí porque querían que firmara un traspaso de bienes, y él aseguraba que no lo iba a hacer. Nosotros le decíamos que firmara y se fuera, pero él decía que no lo iba a hacer".
“Recuerdo a Levi, Asbert, Laconi, Valdés, Recuerdo a los cinco policías, Urquiza, Arnau, Samamé. A Urquiza le decíamos el ‘rengo’, porque le habían pegado un tiro en la pierna".
Declaración de Flores Montenegro
Dijo que detenido el 9 de marzo de 1976, junto a Soledad García. Manifestó que en esos años se desempeñaba como secretario general del gremio del Caucho y que aquel día iban en camino a la fábrica donde él trabajaba, para repartir volantes. Los llevaron al D2.
Recordó que una persona de apellido Telleldín dijo: “Este no habla, dénsenlo a El Gato”. Agregó que lo torturó en presencia de un médico, que le hizo "el teléfono", que le "reventó" los oídos y que fue golpeado en su cabeza contra un escalón. “Fue el día mas intenso de torturas”, señaló. Después contó que fue trasladado a la Unidad Penitenciaria N° 1, al Pabellón 6.
"El día del golpe apareció Sasiaiñ con otros militares y dio la orden de cambiar el régimen carcelario. Vino un teniente, Mones Ruiz, y ordenó que nos quitaran todos los libros y taparan las ventanas porque 'no tienen que ver ni la luz del sol'. Se llevaron hasta las camas. Quedaron los colchones en el suelo y una manta para cada uno. Empezaron a venir todos los días y a distintas horas a bailarnos, a golpearnos, con garrotes. Las famosas cachiporras.”
“Nunca tuve causa judicial en mi contra. Nunca se me comunicó una acusación. En el '78, mi madre y mi suegra fueron a hablar al Tercer Cuerpo y las atendió Sasiaiñ, que les dijo que no tenían acusación en mi contra. 'Pero este señor es un ideólogo, y es mas peligroso que un guerrillero. El problema son los ideólogos, los avivagiles. Por eso no va a salir por mucho tiempo, olvídese', les dijo.
Informe: Natalia Brusa (Cámara Federal de Apelaciones de Córdoba) y José Ferrer (Tribunal Oral Federal Nº1 de Córdoba).