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    Declararon tres nuevos testigos en el juicio oral contra Videla

    Se trata de Frida Angélica Capatto de Ceballos, Osvaldo Onetti y Guido Guidi. Los dos últimos señalaron a un grupo de imputados. Fue en una nueva audiencia en el juicio contra el ex presidente de facto y otros 30 acusados por crímenes de lesa humanidad

    Este martes, por la tarde, declararon tres nuevos testigos en el juicio oral en Córdoba contra el ex presidente de facto Jorge Rafael Videla y otros 30 acusados por crímenes de lesa humanidad, cometidos en esa provincia durante el último gobierno militar.

    Se trata de Frida Angélica Capatto de Ceballos, Osvaldo Onetti y Guido Guidi. A continuación, parte de sus declaraciones:

    Declaración de Capatto de Ceballos

    Frida Angélica Capatto de Ceballos, tiene 72 años, esposa de Miguel Angel Ceballos, víctima de la causa. A continuación, parte de su declaración:

    “Mi esposo fue detenido. Estábamos separados de común acuerdo desde 1970, porque él definió seguir luchando por su causa, por su ideología y su manera de pensar. Coincidí en que él siguiera y me quedé criando a nuestros hijos.”

    “La última vez que lo vi vivo fue en 1974, cuando lo visité en la cárcel de encausados. Luego ya lo vi muerto.”

    “Mis suegros me enviaron un telegrama. Fui al día siguiente y me contaron las circunstancias. Ellos lo fueron a visitar y no lo encontraron. Preguntaron por él y le dijeron que había sido trasladado. Mis suegros pertenecían a la Asociación de Padres de Detenidos. Llegaron a la Penitenciaría a donde les dijeron que él había sido trasladado, pero que había muerto en un intento de fuga. Mi suegro comenzó a buscar el cuerpo. Logró localizarlo en la Morgue del Hospital San Roque, donde lo tuvo que identificar entre una pila de cadáveres, amordazado, con tiros en la espalda y uno debajo del mentón.”

    “Mi suegro estaba desarmado de dolor y tan desilusionado de todo lo que había significado un poco de justicia. Encontró abogados y cómplices de todo esto.”

    “Tengo un certificado defunción del 14 de octubre de 1976, que dice que la causa de muerte había sido una herida de bala. Firmado por Rodolfo P. Silvestre, forense. Murió a los 37 años.”

    “El velatorio fue con una custodia impresionante, hasta helicópteros sobrevolaban el velatorio. La vida sin él ya había sido muy difícil. Cuando yo estaba en Mendoza, en 1976, estudiando en la casa de una compañera, entraron muchos gritando, amenazando y la secuestran a ella, Silvia Campos.”

    “Si bien no estuve presa, lo sufrimos igual con la pérdida de nuestros derechos e igual pudimos honrar a este hombre que entregó la vida.”

    “Mi esposo era, para mi, intelectualmente brillante, con gran sentido del humor, con su ideología contagiosa. Yo era una sanjuanina que veía el mundo de una sola manera. Él me mostró la otra, la desigualdad, y me sentí deslumbrada y he continuado con ese pensamiento.”

    “En su  momento, a mis hijos, que tenían 8, 9 y 10, les dije que había muerto. Cuando tenían 14 me preguntaron qué había pasado. Mantuve silencio durante mucho tiempo porque no se podía decir con tanta libertad como ahora. Dejé que ellos solos hicieran la historia de su padre. La más chica hizo su historia, vino a Córdoba y buscó a todos sus conocidos y armó su historia. Miguel es querellante en el juicio de su padre. El del medio lo extrañó profundamente.”

    “Quise venir con el costo que tiene de dolor, porque no deja de doler nunca. Quiero que se sepa qué pasó con las esposas y los hijos. Había que trabajar, criar a los chicos. Se dice rápido, pero hay que hacerlo. Hay gente que se merece que se castigue.”


    Declaración de Onetti

    Osvaldo Onetti, de 56 años, comerciante. Dijo reconocer al imputado Gustavo Alsina.

    “Alsina era subteniente cuando hice el servicio militar, en 1974, en el Hospital Militar 141. Pero los cuarenta días de instrucción militar se hicieron con el Batallón 141 de Comunicaciones. Quienes manejaron los cuarenta días de instrucción fueron del Batallón.”

    “Me tocó la compañía B, donde estaba el subteniente Alsina, que ya era conocido por su ferocidad y maltrato hacia a los soldados. Ferocidad espantosa de los famosos bailes, que hasta que no se desmayaban diez o doce soldados no paraban. Era el único que hacia esas cosas.”

    “Se paraba frente a nuestra compañía y nos decía como arenga: ‘Si a usted soldado se le acerca a la guardia una viejita, písela, mátela, porque es terrorista’.”

    “Lamentablemente, él pretendía que yo me fuera con él al Batallón, y no que me quedara en el Hospital, que era un destino mejor. Según él, yo era un buen soldado. Me quedé en el hospital porque era mejor. En 1975 me dieron la baja. Alsina venia frecuentemente al hospital. Era una bestia. En una instrucción, un soldado se tiró cuerpo a tierra y se levantó pálido, porque había una víbora y él le dijo ‘tírese de nuevo’.”

    Su paso por el D2 y la UP1
    “El 14 de abril de 1976 fui detenido en Obispo Trejo 167, en un negocio de mi propiedad, y me llevaron al Departamento de Comunicaciones. Ocho días después fui trasladado a la UP1. Quienes me detuvieron eran dos personas. A uno la apodaban ‘Chocolate’ y al otro ‘El Gato’, un policía, sargento, del D2. Era quien llevaba la voz cantante de mando de las torturas y los interrogatorios. Sufrí las torturas de rigor.”
     
    “Del D2 me llevaron a la UP1, donde nos llevaron a un pabellón, en el que habían visitas higiénicas, camas y un baño. Estuvimos una semana, totalmente aislados, hasta que una mañana un grito, dando ordenes militares, nos abrió las puertas y sin haberlo visto supe que era la voz de Alsina. Típico de este tipo de oficiales, creía que todavía estaba en un cuartel, porque sacar a la gente a ‘carrera march’, como si estuviéramos en el servicio militar, ‘zurdos hijos de puta’, ‘monstruos’, ‘bolches hijos de puta, los vamos a matar a todos’.”
     
    “Nos llevaron hasta otro pabellón, el Seis. Nos llevaron a una celda, en donde estuvimos unos 20 días. Era tan estrecha que no podíamos acostarnos. Éramos cuatro personas. Para poder descansar acostados nos turnábamos o nos sentábamos con las piernas levantadas. Sergio Salvador, Jorge Olmos y Fernando Perriatoli. Pedimos que nos cambiaran y nos llevaron a otro pabellón.”
     
    Las guardias de Alsina y Mones Ruiz
    “En las guardias de Alsina y Mones Ruiz entraban permanentemente golpeando, torturando a mansalva, con la excusa de la requisa, absurdas, porque estuve casi un año sin poder ver la luz del sol.”

    “Los oficiales de nuestro Ejército han sido siempre cobardes, por eso no querían que los miráramos a la cara.”
     
    “Alsina, en un acto de bravuconada, nos hizo mirar y me reconoció. Supongo que sus neuronas se les paralizaron, porque me dijo ‘soldado Onetti, ¿qué hace acá?’ Este señor, amo de la vida y de nuestro físico, parece Kafka. Recuerdo que dije: ‘Me mata, si este tipo era tan bestia en el servicio militar acá me mata’. ‘Usted, soldado, ¿de qué Ejército es?’ En un rapto de lucidez, cordura, de cagazo, dije ‘del Ejército Argentino’. Si Alsina tiene una neurona de recuerdo se debe acordar. Y después me preguntó: ‘¿Qué hace acá?’ ‘Soy preso político’. A partir de ahí, desde ese día que nos quedamos helados, mientras entraba al Pabellón 6 se acercaba a la puerta de la celda y a los gritos me decía ‘soldado Onetti, venga para acá’. Era como si no pudiera resolver el conflicto de que un soldado estuviera ahí.”

    Recuerdo de Jaime Lockman
    “Una noche, a las tres de la mañana, abrieron las rejas. El ruido de las cadenas y los candados todavía hoy me suenan. Entró una persona, hizo una requisa, dejó a alguien y se fue, a un compañero, Jaime Lockman. El general Juan Bautista Siasian le gritó: ‘Sos montonero, hijo de puta’. Y Jaime lloraba. ‘Jaimito me vas a firmar los papeles, sos del ERP, hijo de puta’. Sospeché que nos iban a matar a todos.”

    “Lockman nos había contado que nunca había tomado un café o había ido al cine. Para él era una cosa de locos, lo único que sabia hacer era vender autos. Nos contaba que Sasiain quería que le firmara todo a nombre de ellos.”

    La muerte de Bauducco
    “En una requisa mataron a un compañero. Creí que nos iban a fusilar a todos el día que mataron a Bauducco. Los militares armados hasta los dientes siempre son valientes. Lo mataron porque no se pudo levantar por los palos que había recibido y el frío. Yo estaba en la misma pared y vi a un oficial con las insignias de cabo. Me acuerdo porque hacía poco que había hecho el servicio militar. Iba golpeando a todos, me tocó a mi, al del lado, hasta que Bauducco se cayó por los golpes.”

    En relación a la Justicia
    “Nunca fui a declarar, a ningún lado, ni la justicia me llamó. Me hicieron una causa, junto a 25 personas en el Juzgado Federal, por portación de armas de guerra y asociación ilícita. Quedamos sobreseídos al poco tiempo. En el periodo que la causa me acusaba yo estaba enfermo e internado.”

    “La Justicia tuvo una participación activa en esa dictadura, sin su complicidad no se podría haber llevado adelante todo esto.”

    Primatesta
    “Quiero que quede constancia: cuando estaba detenido, mi padre y mi madre peleaban desde afuera por nuestra seguridad y por nuestra integridad, junto a muchos familiares de distintos detenidos y desaparecidos. El Día de la Madre de octubre del ‘76, en la UP1 les dijeron que iban a dejarlos pasar a visitarnos. Cuando los familiares llegaron ese domingo del Día de la Madre las autoridades les dijeron que no, porque había habido un problema, un intento de fuga, y que los esperaba el cardenal Primatesta para hablar con ellos. Fueron a una plazoleta muy cercana y Primatesta casi les entregó el cuerpo de García, uno de los fusilados, por lo cual los familiares indignados comenzaron a juntar firmas e hicieron una carta, en donde contaban esa actitud del cardenal Primatesta y de las autoridades. Iba a ser presentada, en principio, al departamento de Derechos Humanos de la OEA. El día lunes o martes siguiente, a la noche, un grupo armado de civil rodeó la casa de mis padres y los secuestró, y luego a tres padres más. Los trasladaron al Campo La Rivera, donde fueron ferozmente torturados al punto de la locura. Un mes después los dejaron en distintos lugares de la ciudad, desnudos.”

    “En las torturas les preguntaban por la carta que iban a enviar a la OEA y que mencionaba a Primatesta.”

    “Mi padre se tuvo que exiliar.”


    Declaración de Guidi

    “Fui detenido el 12 de mayo de 1976, en mi casa materna, a la una de la madrugada. Estaba cursando Arquitectura. Dibujaba en mi habitación y escuché un silbido, golpearon la puerta, eran todos civiles, me pusieron contra la pared. La persona buscaba a mi padre, que no estaba.”

    “Un mes antes habíamos tenido una llamada anónima. Atendió mi hermano más chico, le dijeron que nos cuidáramos porque nos estaban buscando. Era un amigo de la familia que tenia un vecino que se hacia llamar ‘Barcelona’, a quien mi padre le arregló su televisor. A ‘Barcelona’ le había llegado una lista de personas para liquidar. Cuando ‘Barcelona’ la recibió se cruzó a la casa de su vecino y le pidió datos sobre mi padre. Por esto estuvieron varios días fuera de su casa, hasta que volvieron y sucedió la detención.”

    Su paso por el D2
    “Había dos Torinos colores claros, eran del D2. Nos vendaron y nos esposaron a la más grande, a mí y al tercero. Yo tenía 20 años. Llegamos al D2. Recibí una golpiza, caí contra unos bancos de cemento, en donde me rompí los dientes. A mi hermano lo llevaron a una sala y le preguntaron a dónde estaba mi padre. Cuarenta y ocho horas después liberaron al más chico. Nosotros estuvimos ahí durante 13 días, con permanente paso de gente, simulacros de fusilamiento con disparos en la cabeza, nos tiraban al piso y nos hacían saltar. Fue una experiencia muy difícil, se escuchaban permanentemente ruidos y gritos que tenían que ver con las torturas.”

    “Una vez nos hicieron salir del tranvía porque necesitaban golpear a alguien. Una de las veces que nos sacaron, era de noche, se escuchó un disparo, mataron a alguien. Por los gritos era un joven al que venían torturando hacía varias horas. Después nos hicieron entrar de nuevo. Después del disparó entró alguien y preguntó qué pasó. El otro dijo: ‘Este hijo de puta me quiso robar el arma’. Estando ahí escuché sobrenombres: ‘Gato’, ‘Chocolate’, me parece, ‘Pelado’.”

    “Recuerdo el caso de un joven, muy joven, por los gritos que daba. Nos sacaban del tranvía y lo golpeaban ahí. Lo hacían cada hora, y ahí escuché que le decían: ‘Este hijo de puta me mintió’. Ni mi hermano ni yo tuvimos torturas ni interrogatorios.”

    “Después de los trece días nos pasaron a la Alcaldía del Cabildo durante cinco días. En ese patio, donde había presos comunes, tuvimos dos contactos con mi madre, que nos dijo que mi padre se había ocultado, se había escapado y que estaban viendo si se podía hacer un habeas corpus a través del Consulado italiano.”

    En la UP1 y la muerte de Bauducco
    “Luego me llevaron a la UP1. Estaba en el Pabellón Seis, en la última celda al fondo a la derecha. Éramos 17 personas, había cama para seis. Se escuchaba el nombre de Alsina. Nos golpeaban continuamente. En una de esas requisas lo mataron a Bauducco. Yo estaba en el patio, lo mataron debajo de la celda donde yo dormía. El clima era terrorífico en el centro del patio, seis, diez personas gritando ‘no te muevas’, ‘agachá la cabeza’. Una ferocidad increíble, nos daba la sensación de que cualquier movimiento en falso que hiciera uno iba a ser fusilado. Después escuché el disparo que mató a Bauducco y luego un momento de quietud, de calma. Le comenté a mi compañero de celda que estaban contando uno de cada tres. Pensamos que íbamos a quedar varios fusilados. Por debajo de la axila derecha vi que entraban la camilla al patio. Nos hicieron volver a las celdas, yo estaba bastante conmocionado, mi hermano estaba conmigo. Había compañeros que se contaban las marcas de los bastonazos. Yo le dije no puedo creer que lo hayan matado. Me fijé por la ventana y vi el charco de sangre de Bauducco.”
     
    La muerte de José Cristian Funes
    “No sé si pasó antes o después. Le decían ‘Diablito’ Funes. Era un compañero ejemplar, era solidario, capaz de quedarse sin pan para convidarle a otro. No era muy común, porque tener ese pan cada mañana era como tenerse a sí mismo. Había un código carcelario, sin embargo ‘Diablito’ podía dar su pan.”

    “Estaba permanentemente interesado en conversar, reflexionar y conocer los aspectos más humanos de cada uno de nosotros. A ‘Diablito’ lo sacaron de la celda una noche, era tarde, y cuarenta, cincuenta minutos después, lo volvieron a traer a la celda. Él nos contó que había un militar, me parece que dijo que tenía grado de Coronel, que intentaba llevárselo de la cárcel. En la dirección escuchó una discusión entre el director y este militar, en la que le decía que no se lo podía llevar a esta hora, porque no tenía manera de cubrirse si firmaba su libertad a las once de la noche. El director intentó hacer una llamada. El coronel picaneaba a Funes y le decía ‘mírame, soy tu verdugo, yo te voy a matar’. Como no pudieron sacarlo volvió a la celda.”

    “Esa noche fue muy difícil para todos, tuvimos mucho tiempo acompañándolo, estaba muy compungido. Un compañero le decía ‘si tenés alguna posibilidad de escaparte, saltá del camión’. Pero todos sabíamos que en las condiciones de traslado era imposible escaparse.”

    “Al otro día salimos al baño, era un mañana hermosa. Yo estaba al lado de él y se secaba la cara mirando el sol que entraba por la ventana. Me dijo: ‘Mirá loco, capaz que sea la última vez que vea el sol’. Apenas volvimos a la celda se lo llevaron. Había un militar con un bastón golpeando en un los barrotes. Mientras el guardiacárcel abría la reja para sacarlo, lo abrazamos todos. Yo fui el ultimo en despedirlo. Se lo llevaron. Estuvimos apesadumbrados un par de días, hasta que un compañero, intercambiando con las señas de las manos, se enteró que un preso común leyó el diario y había muerto en un intento de fuga o en un ajuste entre organizaciones.”

    “Sabía que había sido detenido en 1975 y que tenía un proceso judicial. En cuanto a la pertenencia a la organización nunca fui muy curioso. Él pertenecía a un grupo de Peronismo de base. Era una organización chica, él tenia un proceso, estaba detenido en el marco de una causa. En esa celda estábamos Gerardo Otto, Juan Carlos Rabatt; Morcillo; Cantoni; ‘Queco’ Lula; ‘Sancorito’, un delegado de Sancor, Heredia, que era empleado del Banco Provincia en Cosquín. Entre ‘Diablito’ y yo lo tomamos a nuestro cargo. Era un excelente cantor, compositor, nunca había militado en ningún lado, no conocía las siglas y lloraba todos los días. Le propusimos que formara un coro dentro de la celda para que estuviera motivado.”

    “El 25 de diciembre de 1976 quedé en libertad.”

    Luego de contestar preguntas de las partes, el tribunal ordenó pasar a un cuarto intermedio hasta este miércoles, a las 9.30.


    Informe: Natalia Brusa (Cámara Federal de Apelaciones de Córdoba) y José Ferrer (Tribunal Oral Federal Nº1 de Córdoba).

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