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Se reanudó esta semana el juicio oral en Córdoba contra el ex presidente de facto Jorge Rafael Videla y otros 30 acusados por violaciones a los derechos humanos cometidas en esa provincia durante el último gobierno militar.
Este martes, declaró como testigo Enrique Asbert, quien estuviera detenido en la Dirección de Informaciones (D2). Dijo que durante su detención sufrió torturas y vejaciones, y que no pudo identificar a quienes lo torturaron porque estaba con una capucha y atado.
A continuación, parte de la declaración de Asbert:
“Todavía suenan en mis oídos algunas frases. Por ejemplo, la de una mujer, que dijo: ‘Este no coge más’, con relación al estado en el que estaban mis genitales luego de la picana.”
“Puedo aseverar que era un militar de rango, estaba con un casco y vestimenta de fajina color verde oliva. El golpe fue con un bastón de color negro, con algún tipo de flexibilidad. El impacto sobre la cabeza de Pablo fue brutal. Por el chasquido y la forma en que cayó, advertí que lo de Pablo era grave. Cayó desarmado, desarticulado como un muñeco, a dos metros del ingreso a la celda, y su mano derecha hizo un movimiento que hasta hoy recuerdo.”
“Estábamos siendo brutalmente golpeados y había que reintegrarlo a Pablo urgentemente a la celda. Recuerdo aún hoy la forma en que lo entramos: Un compañero lo tomó de los cabellos para poder arrastrarlo. Yo lo tomé de un brazo. Siempre pensamos que a lo mejor nosotros, al querer entrarlo a la celda, habíamos agravado su situación.”
“Pablo Balustra estuvo dos días tirado en una cama. Hablaba con la mitad izquierda de su boca. Pudo orinar. Pedimos a la guardia del Penal que lo atendieran y como respuesta a nuestro pedido hubo nuevas golpizas. Era tal el reclamo nuestro que Pablito fue llevado a la Enfermería.”
“El 1º de mayo nos sirvieron un locro, bendito locro. Después de eso nos vinieron a golpear, pero habíamos comido bien. También nos dieron el chocolate del 25 de mayo y después nos volvieron a golpear.”
“Ya con Pablo en la Enfermería siguió la golpiza permanente y comenzaron a surgir, por parte del Servicio Penitenciario, algunas actividades que no entendíamos demasiado. Venían con largos fierros, barretas y a cualquier hora del día pasaban golpeando el piso.”
“Tratábamos de encontrar y entender una lógica a su accionar, pero nos dimos cuenta que era la búsqueda del aniquilamiento. Pero después también entendí que además la UP1 tenía una característica que la diferenciaba de los otros campos de exterminio. No era un territorio elegido por la represión, era un territorio ajeno para ellos.”
“Ellos nunca pudieron eliminar del todo algunas cuestiones. Nuestra solidaridad y nuestros medios de comunicación.”
“Mantuvimos todo el tiempo nuestros mecanismos de comunicación.”
“La salvación no era la salvación de cada uno, sino la de todos. Por eso poníamos en juego nuestra vida.”
El recuerdo de Hugo Vaca Narvaja
“A mediados de junio, estaba en la celda con Hugo Vaca Narvaja, que ya había sido detenido. Fue retirado, creo que al Campo de la Rivera, con otros dos compañeros. Estuvo dos días, y cuando volvió me contó como lo habían golpeado.”
“Le habían advertido que ellos retornaban a la cárcel porque se había cubierto la cuota de delincuentes subversivos muertos ese día, pero que el Ejército finalmente lo iba a matar.”
“Con Hugo Vaca Narvaja se ensañaron de una forma particular, por su apellido, por su compromiso político.”
“La paliza no tenía lógica, salvo generar el terror. Era para todos igual.”
“Hugo recibía una paliza mayor que el resto cada vez que le preguntaban por su nombre y contestaba ‘Hugo Vaca Narvaja’. Nosotros también, por estar en la misma celda. Le plantee que no dijera ‘Vaca Narvaja’, que dijera ‘Vaca’ así no le pegaban tanto.”
“Me dijo que les diga a los compañeros que él tenia la autoridad moral para decir su apellido, porque era el más golpeado de todos y que él era Hugo Vaca Narvaja.”
“Ya habían sucedido algunos fusilamientos. Los guardiacárceles ponían fuerte la radio y habíamos escuchado. Nos comprometimos a que en algún momento íbamos a brindar testimonio.”
El mensaje de “La Paloma”
“’La Paloma’ era un hilo por el cual pasábamos cosas de los pisos de arriba para abajo. Con medias de nylon hicimos el hilo. Golpeábamos de una manera especial y pasábamos ‘La Paloma’. Nuestros principales bienes eran el papel y la birome.”
“Una noche, a mediados de junio, bajó una ‘Paloma’ con un ‘caramelo’ envuelto en varios pliegues dirigida a mí. Abro el primer envoltorio, en donde me cuentan que las requisas que realizaban golpeando con palancas los pisos de nuestro pabellón obedecían a que los militares estaban planeando fraguar un intento de fuga en un túnel. Que incluso habían copado una casa aledaña. Que esto era inminente para justificar una masacre a partir de una presunta fuga masiva.”
“Algunos presos sabían que mi padre conocía a un médico del Penal y que familiares de mi señora tenían alguna llegada a Primatesta, y que si le hacíamos saber ésto a Primatesta probablemente se desistiera de llevarlo adelante.”
“Había que llegar a la Enfermería. Simulé los síntomas de una apendicitis sabiendo que una de las guardias era más renuente a golpear, con un trato casi respetuoso. Elegimos esa guardia y Hugo lo llamó al sargento enfermero, que me palpó y dijo que yo tenía apendicitis. Vinieron dos presos comunes y me llevaron a la Enfermería. Yo portaba ‘el caramelo’ en mi boca.”
“Llegué al hospital y apareció el médico. No hizo un solo gesto de reconocerme y yo tampoco, pero cuando el militar que estaba haciendo guardia se dio vuelta, saque el caramelo de la boca y se lo puse en el bolsillo del guardapolvo y le dije: ‘Esto es para mi padre’. Tuve terror hasta no saber la reacción de ese hombre. El hombre le llevó ‘el caramelo’ a mi padre. Mi padre nunca me dijo su apellido, porque se lo prometió.”
“Mi señora consiguió una entrevista privada con Primatesta y le hizo saber lo que estaba sucediendo en la cárcel. Monseñor Primatesta le dijo que no podía hacer nada. Pero días después vino a nuestro pabellón el capellán Mackinnon, por orden de Menéndez y sugerencia de Primatesta, para brindarnos apoyo espiritual. Pero las requisas en busca del túnel terminaron.”
La muerte de Bauducco
“Un día nos sacó un oficial de sobretodo verde, y me dijo: ‘¿Por qué tiembla Asbert, de miedo o de frío?’ Le dije que de frío y me hizo hacer ‘cuerpo a tierra’. Me dijo que había estado con ‘Charito’, el nombre de mi mujer.
Me preguntó por una mujer, yo le digo que no la conozco y me dijo ‘hacés bien en no conocerla”, porque él estaba enamorado de ella.”
“Kafka se hubiera quedado corto con la escena que viví, porque éramos trescientos hombres desnudos y un hombre que me hablaba de su amor contrariado. Era Carlos Farías, alférez de Gendarmería.”
“Escuché unos gritos que sobresalían del resto. Lo que escuché es que alguien era víctima de una golpiza y le gritaban ‘¡levántate, levántate!’. ‘No puedo señor’, le contestó esa voz, que no pude reconocer. Luego vinieron unos segundos de silencio y un disparo, que sonó a bomba atómica dentro de nosotros. Frente a mí, con un paso urgido, vi unos borceguíes y escuché: ‘¿Qué pasó?’ ‘Se me escapó un tiro’, respondió la otra voz. ‘No, intentó arrebatarte el arma’, le contestó el primero.”
“Unos instantes después, pasó una camilla de izquierda a derecha y luego de nuevo una camilla con un cuerpo arriba. Nos hicieron entrar al pabellón en un silencio espectral, y allí nos enteramos que al que habían matado era Bauducco.”
“No puedo decirle quiénes fueron porque esa situación era imposible de determinar. Lo que sí puedo darle mi total certeza es de aquellas frases.”
“Apareció detenido un señor mayor que nosotros, de apellido Capdevila. Era del Partido Conservador y había sido detenido por haber prestado su pasaporte a alguien para que se fuera del país. Era un conservador, se ponía la toallita al cuello y caminaba con todo su porte.”
“Una noche preguntaron por él. Era un militar, que lo arengaba por no entender cómo alguien de su prosapia le había facilitado su pasaporte a un subversivo. Lo insultó y luego Capdevila dijo: ‘Lo hice porque era mi amigo, pero eso usted nunca lo podrá entender’.”
“Pensé que le iban a pegar un tiro a la cabeza, pero la torpeza del que lo interrogaba no alcanzó para comprender el insulto que Capdevila le había hecho.”
El traslado a Sierra Chica
“En septiembre de 1976 vinieron camiones y nos llevaron a la Escuela de Aviación, en donde un Hércules nos trasladó a Azul y de allí a la cárcel de Sierra Chica, en donde pudimos retomar la relación con nuestros familiares.”
“El exterminio no cesó, pero el hecho de tener contacto con el exterior, con nuestra familia, fue el arranque de otra cosa. Estuve preso seis años más, pero todos lo vivimos como un alivio.”
Al finalizar la declaración de Asbert, el tribunal dispuso pasar a un cuarto intermedio. Durante la audiencia, estuvo presente el suspendido juez español Baltasar Garzón. Ante su presencia en la Sala de Audiencias del magistrado, los imputados se retiraron de la sala.
Informe: Natalia Brusa (Cámara Federal de Apelaciones de Córdoba) y José Ferrer (Tribunal Oral Federal Nº1 de Córdoba).