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Ante el Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 de Córdoba, Eduardo De Breuil, uno de los testigos convocados en el proceso, declaró por los fusilamientos de su hermano Gustavo, de Miguel Vaca Narvaja y de Arnaldo Toranzo. Fue en la audiencia de este martes, por la tarde, en el juicio oral contra el ex presidente de facto Jorge Rafael Videla y otros 30 acusados, por crímenes de lesa humanidad cometidos en esa provincia durante el último gobierno militar.
Al comenzar su exposición, alrededor de las 18.30, De Breuil dijo que al ser detenido estaba con sus hermanos Jorge y Gustavo. Cuando llegó la Policía, éstos comenzaron a golpearlos, los esposaron y los sacaron en móviles policiales. “En ese momento llega mi padre, al que también lo detienen. Nos cargan a todos y nos llevan al pasaje Santa Catalina, vendados, donde estuvimos cinco o seis días. Fuimos torturados. Entre los que participaron de la tortura estuvieron Romano -el único que alcanzo a ver-, ‘El Gato’ Gómez y ‘Chato’ Flores”.
Luego explicó que fueron trasladados a “la Penitenciaría”. A continuación, algunas de las declaraciones de De Breuil:
“Estábamos rigurosamente incomunicados, hacíamos nuestras necesidades en un tacho de cinco litros. Estuvimos en condiciones infrahumanas. Como si fuera poco, personal militar entraba a la noche y nos golpeaban de todas las maneras posibles y nos hacían cantar el himno o la Marcha de San Lorenzo mientras nos mataban a golpes.”
“Nos sacan en unos vehículos militares con soldados y allí nos atan y nos tapan con unas mantas. Salimos, anduvimos aproximadamente media hora, primero por una zona de tránsito y después no, hasta que llegamos a un lugar.”
“Ahí, este capitán le ordena a unos soldados que nos bajen y, no sé si antes o cuando nos estaban alzando, alcanzo a escuchar el único nombre, que le dicen ‘¿teniente D’Aloia va a jugar el sábado al fútbol?’ y éste le responde: ‘¡Cállate imbécil, que estamos con subversivos!’”
“Entonces me ponen en la parte trasera del vehículo. Retomamos el camino hacia la ciudad de Córdoba, muy poco tiempo, me pareció que era el camino El tropezón, camino al Chateau. Anduvimos cuatro minutos, paran, se bajan todos, el capitán le dice que se fijen si no había moros en la costa y que bajen a los detenidos. A mi no me bajan, dice que carguen las armas y que disparen.”
“El capitán ordena que recojan las vainas y me dice a mí que baje. Me desatan los pies, me toma del brazo, me saca la venda y dice que mire hacia abajo. Lo primero que veo es el cuerpo de Vaca Narvaja, creo que tenía un agujero de bala en la cabeza. Me preguntan qué me parecía que le había pasado a este hombre. Respondo que estaba muerto, luego veo el de Toranzo y luego el de mi hermano. Me preguntan si sabía por qué los habían matando. Digo que porque Montoneros había matado a un cabo, y por uno cabo morían tres de nosotros.”
“Me parece que sacaron fotos, sentí ruido de flashes. Antes de que me bajaran para que viera los cuerpos, uno de ellos dijo: ‘ésto es un trabajo de mierda, esto no pasa por ser tenientes’. Y el capitán les dijo que ésto era lo que les había tocado, que se tranquilizaran. El que me tenía del brazo temblaba. No creo que lo hayan hecho por convicción.”
“Cargan los cuerpos, me vuelven a vendar, me amordazan y me llevan de vuelta a la Penitenciaría. Cuando llegamos, el capitán le dijo a uno que iba a atrás que preguntara si podían entrar por otro lado, porque estaba lleno de gente porque era jueves, día de visita. Después le dijo que no se tendría que haber bajado, porque tenía el uniforme lleno de sangre.”
“Después me dijo que hiciera trascender ésto afuera, y le respondí que era imposible, por el nivel de incomunicación que teníamos.”
“Me llevan al ingreso de la cárcel. El teniente Parsik me lleva al pabellón y un tal Castillo me preguntó qué pasó, porque volvía solo. Un momento después, mi hermano, que estaba en otra celda, pidió salir para hablar conmigo y cuento lo que le sucedió a él y a los que estaban en la celda. Me piden que lo escriba. En papeles de cigarrillos, con mucha dificultad, escribí todo ésto y le pedí al guardia que lo hiciera llegar a mi casa. Después, hablando con mi padre, sé que nunca llegó.”
“Días después, abren mi celda y el alcalde Sosa me dice que me quede tranquilo, que me va a llevar a hablar con el director del penal, Torres. Torres me ofrece un cigarrillo y me pregunta si quiero contar lo que había pasado. Le digo que sí y le pregunto si él sabía quiénes eran los que habían matado. Me dijo que no, pero que habían firmado un recibo para sacarlos y algún día se iba a saber quiénes fueron. Le pregunto si podía controlar un poco más. Me dijo que lo único que había logrado era que no entraran de noche, pero que dependíamos de la autoridad militar. Allí estuve hasta fines de 1976, cuando me trasladaron a Sierra Chica.”
“No puedo reconocer al capitán, han pasado 34 años. Tendría que ver una foto de perfil de aquella época y en el mismo ángulo para poder identificarlo.”
Luego del relato, la audiencia continúo con preguntas de las partes, pasando a un cuarto intermedio hasta este miércoles, donde se continuará con la recepción de testimonios.
Quiroga
Previamente, a las 15.30 y luego de un cuarto intermedio, pidió la palabra el acusado Osvaldo Quiroga. Las siguientes fueron algunas de sus manifestaciones:
“La Perla no era un centro clandestino de detención. Nunca he sido oficial de inteligencia, por lo que nunca puede haber participado en esas dependencias.”
“He leído las dos declaraciones de De Bruil, muestran contradicciones y fabulaciones. He pedido careos y no accedieron a mi solicitud. He rezado para no tener ningún accidente, para que pudiera estar acá.”
Con relación al testigo Alfredo De Breuil dijo: “Es el único testigo presencial y nunca me vio”.
Informe: Natalia Brusa (Cámara Federal de Apelaciones de Córdoba) y José Ferrer (Tribunal Oral Federal Nº1 de Córdoba).