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El pasado martes 10 de marzo, en el marco de las acciones por la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, se llevó a cabo la Mesa-panel “Ciencia y Género, la mujer en espacios no convencionales”, organizada por la Secretaria de Estado de Innovación y Desarrollo Tecnológico de la provincia de Tucumán (SIDETEC) y la Universidad San Pablo T, en la sede de San Martín al 400 de esta universidad.
Contó con la presencia, como disertantes, de la Dra. Claudia Sbdar, Vocal de la Corte Suprema de Justicia de Tucumán; la Dra. Dora Barrancos, Directora de CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas) por Ciencias Sociales y Humanas; Lilia Moyano, Jefa de la Dirección Policía Científica de Tucumán y Bibiana Luccioni, miembro correspondiente por la Provincia de Tucumán de la Academia Nacional de Ingeniería.
El objetivo de la actividad fue reflexionar acerca del rol de la mujer en espacios tradicionalmente ocupados por hombres y valorar la perspectiva de género para promover la igualdad en las interacciones sociales.
En su exposición la Dra. Sbdar dijo lo siguiente: “Al título de esta mesa penal “Las mujeres en lugares no convencionales” es interesante interpretarlo como un cuestionamiento a la convencionalidad por el acceso de la mujer a esos espacios, en mi caso, como integrante de la Corte Suprema de Justicia de la Provincia. Las mujeres que ocupamos estos lugares debemos asumir como propia la enorme tarea de interpelar el único modo históricamente conocido de asumir esas funciones (generalmente asumidas por hombres), dando cuenta de la construcción cultural que atraviesa a cada espacio, institución, y que como tal, es posible subvertir.
Adentrarse en la reflexión sobre la mujer y su lugar en la sociedad es objeto de intensos estudios, implica desnaturalizar los estereotipos sociales (todos) y repensar las capacidades humanas que trascienden la mera división entre los géneros y son propias del ser humano, para lograr una visión más completa e integradora sobre el mundo social.
Esto no se logra con un mero cambio cuantitativo. Si me permiten un paralelismo acerca de nuestra enorme tarea al asumir roles y funciones históricamente consagrados y definidos por la cultura patriarcal, sería como creer que la visión eurocéntrica del mundo –tan arraigada en nuestra Argentina en tanto sociedad de inmigrantes, recuerdo a Sábato cuando decía en Héroes y Tumbas “qué es más argentino que aborrecerse”- se superaría con sólo juntar en un mismo espacio a gente de distintos continentes. Se tiene que cambiar tanto a los actores como al libreto mismo.
Se trata de provocar, con el acceso a estos lugares socialmente asignados al género masculino, un nuevo paradigma desde el cual ejercer una práctica, dotándola de un nuevo sentido: la forma de cambiar un lugar es debatiendo sobre el lugar mismo y resignificándolo con otros valores que cooperan en la construcción de una sociedad democrática.
Resulta un deber, un compromiso a asumir como mujer en ejercicio de funciones públicas, no instalar un nuevo “biologicismo”, sino poner sobre la mesa la culturalidad de las normas y la sociedad toda. Cuando hablamos de “biologicismo” nos referimos a una forma particular de reduccionismo: los factores sociales y culturales son considerados como efecto de causas dadas biológicamente. Así, ata a las mujeres a las funciones de reproducción y de crianza y es capaz de justificar tales cuestiones que limitan nuestras posibilidades.
Debemos aceptar que la identidad de género es una construcción cultural y vinculada a la propia experiencia personal y a los propios trayectos sociales. Ello permite echar luz sobre discursos sociales reificados (cosificados, naturalizados) que determinan que ciertos roles o lugares deben ser ocupados por hombres y otros por mujeres. Se rompe así la categorización binaria, tan arraigada en nuestra cultura, que opone lo público con lo privado, lo personal con lo político, lo femenino con lo masculino.
Creo que el tópico que hoy nos convoca nos está invitando a una reflexión profunda más allá de la propia biografía, de la historia personal de cada una. El acceso de la mujer a estos llamados “lugares no convencionales” es condición de posibilidad para que ese lugar cambie en un sentido positivo, tornándose un espacio integrador, no discriminatorio y representativo de una sociedad libre. Lo que quiero decir es que las mujeres podemos cambiar las convenciones en esta dirección para promover que nuestras prácticas (en mi caso, la práctica de la justicia) sean auténticamente democráticas.
Se trata de poner en juego la imaginación sociológica en tanto capacidad de reflexión y concientización que nos ayuda a usar la información y a pensar relacionalmente acerca de lo que ocurre en el mundo y lo que está ocurriendo dentro de nosotros mismos, arrojando claridad sobre la relación del individuo con su entorno. La imaginación sociológica permite comprender el escenario histórico y su significado tanto para la propia vida interior como para la de los otros. Se basa en la idea de que el sujeto sólo puede comprender su experiencia y evaluar su propio destino situándose a sí en su época, reconociendo sus características. Y es esta cualidad la que debemos `poner en juego para refundar los espacios que ocupamos y los roles que ejercemos.
En este sentido el epistemólogo Ricardo Gómez reconoce y agradece a la lucha de las epistemólogas como Helen Longino su aporte y su militancia porque resultan precisamente reveladores de la dimensión valorativa y ética de la ciencia.
Las nuevas prácticas científicas, a partir del reconocimiento de que todas ellas están atravesadas por valores (y entre ellos por los valores vinculados a la relación entre los géneros), reconfiguran los espacios.
Recuerdo que veía hace poco en un canal cultural estatal a Diego Golombek, físico y divulgador científico, indagar con curiosidad a la Dra. Barranco (quien hoy nos congratula con su presencia); en un momento le señala algo así como ¿de qué forma miden y experimentan ustedes en ciencias sociales?, nosotros los físicos tenemos instrumentos, o ratones. La respuesta de la Dra. Barranco fue impecable: en primer lugar toda ciencia es social.
Los estudios de género han provocado una revolución dando cuenta que la mujer modifica el escenario. Es la escritura femenina la que impulsa esta subversión, provocando un ordenamiento diferente de las interacciones sociales. Es la propia escritura, la propia acción de la mujer la que va provocando rupturas y transformaciones necesarias en la historia, en su historia.
En este marco, la cuestión de la mujer, el conocimiento aportado por los estudios de género han sido disparadores para poner sobre la mesa los valores que están presentes en la ciencia y en todas las instituciones, instituciones socialmente construidas que no tienen existencia sino a través de quienes son parte de ellas.
El desafío entonces es modificar la convención para también llevar a la mujer que ocupa espacios que históricamente se asignaron a los hombres a una posición no estigmatizada, con una nueva imagen de sí .Es una oportunidad para redefinir los campos sociales y la distribución del poder y redimir a la sociedad hacia la libertad.”